Te imaginas estando dentro de una obra del famosísimo pintor impresionista Claude Monet? Y no es precisamente una inmersión de realidad virtual o de gafas 3D, se trata de nada más y nada menos que su morada en Normandía, justo al noroeste de París. En el corazón del bonito pueblo de Giverny, la casa de Claude Monet –donde vivió el artista con su familia por más de cuatro décadas– es famosa por haber sido, con sus espléndidos jardines, una gran fuente de inspiración para el ilustre artista.
Claude Monet no era de Giverny, era un parisino de pura cepa. Como muchos otros pintores impresionistas, estaba fascinado por la luz y los paisajes normandos. Aquí en Giverny, a las puertas de Normandía pero cerca de París, buscó la tranquilidad fuera de la capital francesa. Recién arribado en lo que era una finca abandonada, el famoso artista decidió transformarla con flores y naturaleza gracias a su amor por la jardinería, convirtiéndola así en un monumento histórico.
La fachada de este espacio está adornada con bonitos tonos rojos y una enredadera que serpentea a lo largo de la misma, ofreciendo un espectacular contraste con el famoso tono verde tan querido por Monet. Al entrar a la casa, la sala de lectura recibe al público, adentrándolos en el espacio de ocio del artista donde pasaba las tardes junto a una taza de café y varios de los muchos miembros de su familia que residían allí. Luego se comunica con el icónico comedor de color amarillo, el cual fue restaurado para mostrar los grabados japoneses en las paredes amarillas, al igual que los muebles amarillos y la vajilla azul, causando disrupción con los colores oscuros de la época. Pasamos por último a la cocina, un deslumbrante espacio con lozas azules y utensilios de cobre que sirven de decoración, agregando una cierta calidez al ambiente.
Al pasar al segundo piso, nos encontramos con varias de las habitaciones, incluidas en ellas la de Claude, todas con tonos sobrios y grabados japoneses que causan intriga al ojo público por sus fascinantes figuras. Trasladándose a las afueras de esta impresionante vivienda, están dos jardines repletos de flores y el famoso puente japonés que vemos en muchas de las obras de Monet. Estas flores fueron, sin duda, una de las más grandes musas para las pinceladas del artista. “Quizás debo a las flores el haberme convertido en pintor”, relataba Claude. Casi cada día, los jardineros de Giverny hacen nuevos buqués para traer un pedacito del jardín a la casa de Monet, adornando aún más cada rincón.
Lo interesante en la casa de Claude Monet en Giverny es su autenticidad. No solo los muebles, sino también los objetos que pertenecieron al pintor y su familia. Cada habitación todavía tiene un alma. Cada pieza posee su propio universo visual, su color dominante y su encanto particular.
