InicioEntrevistasCarmen Reviriego: Presidenta de la Fundación Callia

Carmen Reviriego: Presidenta de la Fundación Callia

Ella es más que una ejecutiva, es una mujer influyente, la mecenas de los mecenas. Carmen Reviriego es la impulsora de los Premios Iberoamericanos de Mecenazgo, y en conjunto disfruta de este trabajo conectando con el arte de una manera inexplicable, es algo que corre por sus venas. “Está en mi ADN”, asegura. Y ella lo ha convertido en el centro de su vida. “Desayuno, como y ceno arte; me apasiona”, explica a los medios.

Esta alta ejecutiva describe su labor como un compromiso social y una herramienta transformadora capaz de cambiar el mundo. El arte es una herramienta que sirve para rehumanizar a la sociedad. El arte educa, sensibiliza. Cuando le preguntan “¿qué es el arte?”, siempre dice que el arte es lo que se siente cuando uno se sobrecoge. Y las personas se sobrecogen escuchando una melodía, leyendo una novela, contemplando una escultura o una pintura. Es cuando nos sobrecogemos con la belleza, con las emociones.

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Su padre provenía de una familia adinerada en España y coleccionaban arte; tenía una gran sensibilidad con la pintura, la escultura y la música. Su madre, por otro lado, procedía de una familia muy humilde, pero siempre tuvo gran compromiso social. Ella es una mezcla. Después de formarse en las mejores universidades del mundo, Reviriego trabajó durante años como alta ejecutiva en una multinacional. “Lo dejé todo por el arte”, recuerda. “Me fui al frío y asumí el riesgo de emprender un nuevo camino convencida de que sin el arte mi vida no tendría sentido”. Cambió su despacho por una mochila y un portátil, y recorrió América Latina para conocer de cerca a los grandes mecenas. “No he cambiado mi mercado, sí de actividad”.

El resultado de aquel viaje, “lleno de experiencias y conversaciones absolutamente reveladoras”, fue un libro, La suerte de dar, que nos acerca al lado más personal y humano de la filantropía. “Me di cuenta de que lo que mueve a los mecenas españoles y latinoamericanos no es el dinero. No buscan salir en la foto, ni desgravar impuestos, tampoco que su nombre aparezca en una placa, sino que por encima de todo eso hay una motivación interior, una necesidad de aportar algo a la sociedad”.

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De allí nace la Fundación Callia (significa hermoso en griego) cuya misión, dice Reviriego, es “inspirar y promover el mecenazgo en el arte”, y quienes también son los responsables de impulsar los Premios Iberoamericanos de Mecenazgo. “Son una incubadora de mecenas y sirven también como plataforma para promover la igualdad en el arte”. A los coleccionistas y mecenas, el arte les da algo que no les da otros bienes materiales. Cuando uno tiene capacidad económica, se puede comprar un barco, un reloj maravilloso, un Ferrari, pero eso al cabo de poco tiempo los deja vacíos. Sin embargo, cuando coleccionan arte se enriquecen por dentro. Desde el punto de vista de las emociones, se hacen más ricos y tienen la oportunidad de trascender.


Los mecenas se remontan a la época del Renacimiento, cuando los artesanos dejaron de ser artesanos para pasar a ser artistas, creadores. Los primeros fueron los italianos que los contrataban para decorar sus casas o las iglesias. Su misión es conservar el patrimonio histórico y cultural de un país, transmitirlo y promoverlo y ayudar a que los nuevos talentos artísticos tengan salida. La figura del mecenas ha estado ligada a una serie de valores elevados que han sostenido la producción artística en sus diferentes períodos, corrientes y disciplinas. “Un mecenas es una persona sensible y expuesta, porque tiene éxito”, explica. “Y lo que busca en el arte es un refugio, una morada, donde además se encuentra con personas con las que compartir esa sensibilidad”.

En la mayoría de los casos, lo que tienen estos mecenas se lo han ganado trabajando muy duro, así que lo que hacen es un acto de pura voluntad y generosidad. Reconocerles esto era importante para Reviriego. Es por esto que cada año se escoge un artista para crear el premio y así es un “Arte por la igualdad”, como le llaman a esta iniciativa. La intención de Carmen es que los invitados y galardonados salgan de allí sobrecogidos, emocionados y con la convicción de lo importante que es apoyar el arte. Porque al final del día, el arte es vida, es emocionarse a través de la belleza. Es una manera de educar, de humanizar, de sobrecoger. Es recordarle al ser humano que es humano, que siente, que se emociona”.

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