Artista y patriota
Qué mejor manera de exhibir la dominicanidad que con el arte, con las figuras y con esos colores que representan esa alegría y regocijo que personifican a la cultura dominicana. Nuestra historia está colmada de artistas que en cada trazo, en cada pincelada plasman un pedazo de eso que nos hace ser dominicanos. En sus creaciones, cada uno de ellos va formando un hilo conductor, contando así la historia de este pedacito de tierra que nos brinda tanta calidez y humanidad.
Dentro de los muchos nombres que resuenan cuando hablamos del arte dominicano, encontramos a una figura clave de la historia del arte latinoamericano y, sobre todo, en una pintora que busca permanentemente nuevas posibilidades creativas: Elsa Núñez. Desde temprana edad, en el núcleo de su hogar nació esta vocación y esta vena artística en la joven Elsa y, desde entonces, se ha inmergido en este mundo de la pintura. A los 12 años Núñez entra en la Escuela Nacional de Bellas Artes y allí forma la zapata que sostiene un sinfín de colecciones y obras deslumbrantes. En el año 1960, cuando aún era estudiante de la ENBA, exhibió algunas obras en el Instituto Cultural Domínico-Americano en compañía de su condiscípulo Candido Bidó, a quien también tuvo el honor de llamar su compadre. Cuando la artista recuerda esta época de su vida, no resiste el poder decir que “fueron unos años maravillosos junto a un pequeño grupo de estudiantes, entre ellos: Iván Tovar, Leopoldo Pérez, Cándido Bidó… y al ser tan pocos, nuestros profesores nos llevaban en aventuras fuera de las aulas en conexión con melodías clásicas, lo que sembró en mí esa semilla de inspiración por la música y los compositores clásicos”.
Luego de deslumbrantes exhibiciones locales, Elsa emprende un viaje hacia Madrid donde realizó estudios de posgrado en la Real Academia de San Fernando y donde amplía su horizonte artístico, gracias a contacto directo con obras de grandes artistas como El Greco, Velázquez y Picasso, y allí logra conquistar la mirada de un nuevo público. En su regreso al país, Elsa inició su labor como docente en la ENBA en el 1973, y se casa con el pintor Ángel Haché con el que emprende un viaje lleno de creaciones artísticas y pinceladas distintivas.
Y es que cada una de las vivencias de esta artista son las que sirven de musa para sus obras, como lo fue la guerra de abril de 1965 en donde la artista participó en el Frente Cultural y lo hizo de una manera emotiva, porque así como dice ella, “a uno le duele su patria”. De igual forma, el fallecimiento de sus dos hermanos en el 1965 y su esposo en el 2016 sirvieron de estro para la artista plasmar sus sentimientos en cada trazo, representando la fusión perfecta entre lo abstracto y lo figurativo con los que transfiere al lienzo esas inquietudes y cuestionamientos intelectuales de su persona. “Pues los artistas somos esponjas, absorbemos las circunstancias de nuestro alrededor, esas que nos afectan como país y como seres humanos”.
Cuando de las obras de Elsa Núñez se habla, predomina allí el tema de la madre tierra. Es un regalo de Dios que la artista no deja pasar por alto y se inspira de sus texturas y colores para darle vida a esas obras que gritan a la sociedad la necesidad imperante de que actuemos y salvemos a este suelo firme que nos acoge. Es por esta inspiración que en sus obras predominan las texturas pastosas y los colores vibrantes que forman esas abstracciones.
Definitivamente, la pasión y dedicación que Elsa deposita en cada creación son valores únicos que enorgullecen a los dominicanos. El estar representados gráficamente por los trazos de esta artista es un gran honor y es una perfecta manera de homenajear esas raíces dominicanas que tanto placer nos brindan. “Han sido tantas ocasiones que me ha tocado representar al país en el extranjero, que los sentimientos no me caben en el pecho, es realmente un orgullo para mí”.
