Su nombre se convirtió en sinónimo de autoridad, y es que Pinin Brambilla era una de las mayores autoridades mundiales en materia de conservación de frescos renacentistas. Es precisamente gracias a su impecable trayectoria que se encontró frente a frente con una de las obras más reconocidas del laureado artista Leonardo DaVinci, »La última cena».
El imponente mural de 4 metros y medio de altura decora un muro del refectorio del monasterio de la iglesia de Santa María delle Grazie en Milán. Esta iglesia que pertenece a la Orden de los Hermanos Predicadores, es uno de los lugares más visitados de Milán por la célebre pintura, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y catalogado como basílica menor en 1993.
En 1943 durante un bombardeo, el refectorio quedó destruido, aunque el muro que contenía la »La última cena» se salvó. No fue hasta 1977 cuando la reconocida restauradora se encontró de frente con la gran obra, comisionada por el duque de Milán Ludovico Sforza hace más de 50 años.
Pinin Brambilla, no era la primera en intentar salvar el imponente mural, otros lo habían intentado sin éxito. «El estado de la obra, cuando la vi por primera vez, no se podía creer. No podías ver la pintura original, estaba completamente cubierta por yeso y más pintura. Tenía cinco o seis capas encima. Me tuve que preguntar a mí misma si era un Leonardo o no, porque estaba completamente irreconocible», expresó Pinin en su momento al hablar sobre la obra.
Desde que Leonardo finalizó la obra en1498, «seis restauradores trabajaron en la pintura. Y cada uno de ellos cambió la fisionomía, las características y las expresiones de los apóstoles», expresó Brambilla al periodista Mike Lanchin de la BBC, cuando la entrevistó en 2016.
Pinin Brambilla manos a la obra con »La última cena»
La última cena representa uno de los momentos más importantes en la historia católica, la cena de la Pascua judía donde Jesús revela a sus discípulos que uno de ellos lo va a traicionar.
Da Vinci, reconocido por su perfeccionismo, desestimó la tradicional técnica de la pintura al fresco y decidió trabajar con una técnica experimental que consistía en pintar con témpera u óleo sobre una superficie de yeso ya seca. Leonardo eligió esta técnica para darle tiempo a cada detalle y es precisamente esta elección que hizo que los pigmentos no quedaran adheridos de forma permanente a la pared.
Diversos factores contribuyeron al deterioro del Cenáculo, como también se le conoce a la obra, entre estos la pared del refectorio absorbía humedad a causa de un arroyo subterráneo que corría bajo el monasterio, además de que su ubicación no era la propicia (cerca de la cocina), por la oleada de humo y vapor.
Lo primero que hizo Pinin Brambilla fue sellar la sala para evitar la entrada de polvo y suciedad e insertó junto a su grupo de asistentes cámaras diminutas para establecer cuántas capas de pintura cubrían la obra original.
«Trabajamos con pequeños fragmentos a la vez, con mucha dificultad, porque la pintura que estaba debajo (la de Leonardo) era muy frágil, mientras que la que estaba por encima era muy robusta», explicó Brambilla revelando que el tamaño de esos fragmentos no superaba los 5 x 5 cm.
Pinin trabajó en la reconstrucción del color original con disolventes y papel japonés para disolver las colas y limpiar las impurezas milímetro a milímetro, corrigiendo el problema de la técnica utilizada por Leonardo.
Brambilla relató cómo la obra impactó su vida y sus relaciones familiares, y reconoció que se había obsesionado. La experta concluyó en 1999, después de poco más de dos décadas, cuando ya contaba con más de 70 años.
Brambilla fue la restauradora de algunas de las mayores obras maestras del arte italiano como las pinturas de Giotto en la Capilla de los Scrovegni en Padua, los frescos de Masolino da Panicale en el Baptisterio de Castiglione Olona y también ha restaurado obras de Piero della Francesca, Bronzino, Caravaggio, Tiziano, Tiepolo, entre otros.
Pinin, falleció en el año 2020.
