REPORTAJE ESPECIAL
foto Fuente externa
En las comunidades indígenas mexicanas, el Día de los Muertos fue declarado por la Unesco Patrimonio Oral e inmaterial de la humanidad.
Los mexicanos, cada año, esperan esta fecha especial en las calles para acudir a los cementerios a recordar y orar por el alma de sus fieles difuntos.
Para los mexicanos, el 2 de noviembre de cada año se conmemora el Día de los Fieles Difuntos (Día de los Muertos), una de las festividades tradicionales más importantes del pueblo, que ha trascendido desde la cultura india prehispánica y, con el pasar del tiempo, se ha expandido por diferentes partes del mundo.
La forma en la que se celebra este día varía, según la región; sin dudar lo que la tradición exige que nunca debe faltar para conmemorar la fecha es una foto del ser querido ya fallecido junto a sus alimentos favoritos expuestos en una ofrenda o altar.
El inicio de esta tradición cultural se le atribuye a las culturas indígenas de muchos siglos atrás, que eran influenciadas por los aztecas. Para los aztecas, la muerte era un acontecimiento provisional, ellos consideraban que las almas de los difuntos podían volver a visitar a los vivos. En su calendario tenían dos días de festividades en los que celebraban a los muertos y los invitaban al mundo de los vivos.
Con la llegada de los españoles a América en el siglo XVI, se fusionaron las tradiciones de ambas culturas con el calendario católico, quedando el 2 de noviembre como la fecha específica para recordar a los difuntos.
El 7 de noviembre de 2003, la UNESCO declaró el 1 y 2 de noviembre Día de Muertos en las comunidades indígenas mexicanas como Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad.