«Lo importante es que debemos tener en cuenta que celebramos una ocasión muy especial, donde el infinito amor del Niñito Jesús renace en nuestros corazones”
“En esta hermosa época, es importante llenarnos del Espíritu de la Navidad y que nuestras acciones puedan ser ejemplo de amor, paz, misericordia y solidaridad”, respondió con alegría Sandy Pou, al referirse a la Navidad. Ella, sus hijos y su esposo, Miguel Ángel Fernández, fueron los anfitriones, abriéndonos las puertas de su casa para contarnos un poco sobre sus tradiciones para celebrar estas fiestas y, en un ambiente muy cálido, de alma navideña, conocimos un poco más acerca de esta familia.
Para Sandy, en la cena navideña, lo más importante son las personas que están sentadas alrededor de la mesa, compartiendo alegremente lindas anécdotas pasadas durante el año y dando gracias a Dios por mantenerlos unidos y en salud.
“No importa si lo que cenes sea un pan con jamón y queso o deliciosos y exóticos manjares, lo importante es que debemos tener en cuenta que celebramos una ocasión muy especial, donde el infinito amor del Niñito Jesús renace en nuestros corazones”, señala Pou. El 25, día siguiente a la cena, se reúnen todas las hermanas, padres, esposos, hijos y nietos, y abren juntos los regalos.
“Esperamos a que todos lleguen, mientras tomamos el mejor chocolate caliente que prepara mi madre Ananda, con Brandy, acompañado de pastelitos, panes y telera. Esta familia es de sangre azul, y es que otra de sus tradiciones es justamente ir al estadio a ver los juegos del Licey. “Algo que sembraron mis suegros en nosotros y nosotros, a la vez, a nuestros hijos, ha sido esa pasión, amor y fervor liceísta.
Mi suegro, José Manuel Fernández, fue presidente y directivo de este emblemático equipo por más de 50 años, legado que pasó a mi esposo Miguel Ángel”, añade la anfitriona. De sus padres también heredó tradiciones, y nos explica que, aunque a través de los años las recetas y los adornos vayan cambiado, lo que nunca puede faltar, es hacer de la puesta del árbol todo un evento familiar.
“Ahora que cada una tiene su propio hogar, hacemos tours por todas las casas, viendo la puesta de algunos o admirando el esplendor de otros, brindando con algún exquisito espumante y haciendo anécdotas de cuando éramos pequeñas”, recuerda Sandy. Antes de despedirse, nos explicó que su meta como anfitriona es crear un hermoso ambiente, donde se sienta la presencia de Dios y una hermosa armonía de cordialidad y cariño entre cada uno de los miembros de la familia, para que fluya la comunicación con conversaciones que nos hagan recordar el pasado, vivir el presente y soñar planificando el futuro.