Miguel Cunillera y John Barush Soto, representantes de la fundación
TECHO es una organización presente en 18 países de América Latina que aspira a ayudar a superar la situación de pobreza en la que viven millones de personas en nuestras comunidades. Miguel Cunillera y John Barush son dos de sus representantes. Ambos aseguran que, como organización, no pretenden resolver los problemas, sino ser un canal para que las mismas comunidades logren encontrar sus propias soluciones. Esto incluye la construcción de viviendas, pero, más aún, la creación de mesas de trabajo comunitarias que permitan generar y coordinar estos esfuerzos de crecimiento.
¿Por qué apostar a esta causa?
Miguel Cunillera. TECHO ve la solución de los problemas generados por la pobreza como un compromiso que involucra a todos los elementos de la sociedad, desde los cientos de voluntarios, en su mayoría jóvenes, que se presentan en las comunidades a trabajar en las diferentes actividades (encuestas, construcciones, pintatones y mesas comunitarias) o que ayudan en el proceso de recaudar los recursos necesarios para funcionar, pasando por los integrantes, los líderes comunitarios y los miembros de la comunidad que ponen su esfuerzo y sus ideas, involucrando a la sociedad en general que aporta vía donaciones, así como a las empresas que se convierten en aliadas financieras y, al mismo tiempo, transforman muchas veces las vidas de sus empleados al incluirlos en estos esfuerzos que transforman. En este sentido, es una experiencia única y, más que nada, en una sociedad donde hablamos constantemente de que no hay opciones para la juventud, es una alternativa distinta y positiva que motiva a pensar en los demás.
Si puede contar, ¿cuántos años tiene frente a la fundación y cuándo fue ese momento de más alegría?
John Barush Soto, director ejecutivo de la fundación: Inicié en la organización aproximadamente hace 13 años, en Colombia, y como Director Ejecutivo para Dominicana hace 2 años. Uno de los momentos más impactantes en mi trayectoria en la organización fue en una construcción de una de las viviendas. En esta jornada, cuando estábamos levantando los paneles de la vivienda (paredes), se me acerca uno de los niños de la familia beneficiaria y me abraza, y me dice “yo nunca pensé que iba a tener una casa con una ventana”. Cosas como esta, como es el tener una ventana en tu casa, que para la mayoría de las personas son parte de su normalidad, para muchas familias en Latinoamérica son un sueño y son la gran muestra de desigualdad que existe en el continente. Además, nos muestra cómo el poder tener una vivienda adecuada cambia de forma trascendental el desarrollo de cada individuo.
¿Qué quiere lograr TechoRD en el país?
M.C.: Es una pregunta interesante. La respuesta técnica que podríamos dar sería “ver un país donde no haya pobreza, donde todas las personas tengan un techo sobre sus cabezas y sus necesidades básicas cubiertas (agua, alimentos, energía -en estos momentos, también internet- espacios donde funcionar y crecer)”. Pero, como dijimos al principio, no estamos aquí para crear estas soluciones, sino para trabajar junto a las comunidades y que estas puedan autogestionarse para alcanzar sus metas. Es un trabajo imposible de conseguir por parte de un solo grupo. De ahí la integración a todos los niveles que TECHO propone y que ha caracterizado su esfuerzo a nivel internacional (y que hace la experiencia tan satisfactoria, porque es literalmente todos empujando hacia el mismo sitio).
¿Por qué ayuda y qué siente cuando logra hacerlo?
Yo creo que subestimamos mucho lo que tenemos, pero, cuando vemos la realidad en la que viven otras personas, nos damos cuenta de lo afortunados que somos, esta pandemia puso en evidencia muchas de esas desigualdades. No puedes quedarte en casa cuando apenas tienes una, no puedes mantener distanciamiento si vives en una habitación con 10 personas, no puedes mantener la higiene cuando no tienes agua para lavarte las manos, no puedes aislarte cuando no tienes comida que poner en la mesa. Yo creo que lo natural es sentir una obligación para ayudar a generar esos cambios que son justos.
¿Cómo se inicia en la filantropía?
MC. Vengo de una familia que siempre estuvo integrada en los trabajos sociales, pero aparte crecí en el Colegio Loyola, manejado por los Jesuitas, quienes siempre han dado prioridad al trabajo comunitario. Con ellos colaboré mucho tiempo a través del Centro Excursionista, con instituciones como las Aldeas Infantiles S.O.S., el Patronato Nacional de Ciegos, campamentos de alfabetización y otros esfuerzos. No creo que sea casualidad que TECHO haya sido creado por un jesuita. Es un estilo, por eso lo sentí tan familiar desde un principio. A través de los años, me ha tocado trabajar en instituciones que han integrado el trabajo social dentro de su filosofía, medios como La X 102 y Mango siempre estuvieron abiertos a programación de apoyo cuando fue necesario (huracanes, terremotos e inundaciones, etc.) y Hard Rock Café, donde pasé una década, tenía un claro componente social como parte de su filosofía –“Love all, serve all”, “Take time to be kind”– y, de hecho, los primeros acercamientos con TECHO fueron, precisamente, haciendo actividades vía esta franquicia.
JBS. El hecho de ver día a día una serie de situaciones que, a mi parecer, eran injustas, empiezan a despertar en mí unas profundas ganas de aportar para generar cambios en la realidad de nuestros países. Así suene un poco utópico, no concibo la idea de no ser parte de los cambios que necesita nuestra sociedad.
Desde los inicios de la fundación hasta la fecha, ¿qué avances ha visto en la aceptación de la gente para colaborar en la fundación?
Creo que el hecho de que movilizamos tanta gente joven que realmente se integra y disfruta de la experiencia del voluntariado ha separado esta organización de muchas otras en la cabeza de la gente. Dependemos de donaciones, no tenemos presupuestos publicitarios, si la gente conoce a TECHO es, más que nada, porque han presenciado los esfuerzos de los voluntarios desde los diferentes ángulos, o algún amigo ha vivido la experiencia y la comparte. Es una energía contagiosa, quienes la viven normalmente se convierten en voceros. Por eso decimos que, una vez eres TECHERO, eres TECHERO hasta el final de tus días.
¿Qué requiere la fundación para que una persona pueda colaborar?
Lo lindo de tener esa visión de 360 grados para la solución de los problemas, implica que no hay límites para poder integrarse a la experiencia. En estos meses de pandemia, el tipo de trabajo es distinto al de años previos porque no podemos hacer movilizaciones masivas, pero las necesidades continúan y se agrandan. Estos meses han sido de crear estructuras para mejor higiene, recaudar alimentos y suplir otras necesidades generadas por el momento en que vivimos, pero las empresas y los colaboradores pueden ayudar a cubrir muchos de estos costos, ya sea con donaciones puntuales o haciéndose socios. En estos momentos, esas donaciones se realizan vía digital.
Con las comunidades, el trabajo se mantiene, aunque ha cambiado la forma. Los voluntarios aún se integran vía reuniones por Zoom o Google Meet y todas las personas pueden aplicar a las diferentes actividades siguiendo las redes sociales, a medida que van surgiendo oportunidades se publican y las personas pueden anotarse. Los menores de edad requieren permiso de sus padres, pero las actividades en comunidad son organizadas y seguras.
Siendo Miguel Cunillera presidente de la Junta Directiva y John Barush Soto, director ejecutivo de la organización, ¿cómo se identifica, en lo personal, con los valores que definen a esa entidad?
MC. El otro día, pasamos por la pena de decir adiós a uno de nuestros voluntarios llevado por el COVID. Fue una experiencia muy espiritual escuchar hablar a sus compañeros sobre varias acciones realizadas por este individuo a través del tiempo y muchas construcciones. Ido muy a destiempo, uno no podía evitar pensar que su paso por el mundo, aún en su corto tiempo, no había sido en vano, que dejó el planeta en mejor condición de la que lo había encontrado. Yo entiendo que, al final, de eso se trata. Para mí, TECHO es una plataforma perfecta para impactar de forma positiva el país donde vivimos y me siento feliz de poder vivir la experiencia.
JBS. Desde lo personal, creo que lo que me ha llevado a continuar por tanto tiempo en la organización es poderme encontrar con diferentes tipos de personas, que compartimos el sueño de mejorar la sociedad, que afrontamos los retos que se nos van presentando con proactividad y buscando siempre la excelencia en todo lo que hacemos.
¿Cuáles son los objetivos de su organización para este año?
JBS. Para este año, tenemos la meta de:
- Trabajar de forma activa en 14 comunidades.
- Construir 70 viviendas de emergencia.
- Ejecutar 8 proyectos en comunidades, como instalaciones de filtros de agua y estaciones de saneamiento, entre otros.
- Movilizar 1,339 personas en actividades de voluntariado.