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Padres inolvidables: el legado que han dejado en sus hijos

Inolvidables, como bien se lee, alguien difícil de olvidar. En esta edición especial de padres, conversamos con algunas personalidades en nuestro país que conservan gratos recuerdos de sus antecesores. Acompáñanos a conocer más de cerca sobre cada uno de ellos y cuál fue el mejor consejo recibido durante su vida.

giancarlo beras si freddy estuviera vivo los problemas entre sus hijos no

Giancarlo y Freddy Beras
El productor de televisión y director de la película Freddy, basada en la vida de su padre, recordó consejos y anécdotas junto a él. En sus inicios, afirma haber cometido errores, evidentemente de principiante, porque tenía la teoría, pero no la práctica, y Freddy lo sentó en la oficina y le dijo: “Hay una sola forma de hacer las cosas: bien hechas”, y ese consejo nunca lo ha olvidado, según comentó. Giancarlo dijo que
nunca utilizó el nombre de su padre para obtener ventajas en el medio, en ese sentido se preparó. El carácter de Freddy influyó de tal manera en él, que sus enseñanzas prevalecen y las pone en práctica hoy en día.

Hermanas Armenteros y Don Enrique
En una conversación de Ritmo Social con las Hermanas Armenteros, ellas expresaron cuál ha sido el mayor legado de su padre. Hoy se lo compartimos a ustedes. “Lo primero y más importante en la vida de nuestro padre fue, sin duda, su amor y compromiso con la familia. Doña Charo, su esposa, nuestra madre, fue el gran amor de su vida, quien lo acompañó durante más de cincuenta años y compartió con él sus afanes y proyectos. Sus hijas, sus yernos y sus nietos, frutos de ese amor, estuvimos siempre en el centro de su vida, de sus pensamientos y actividades”. Nuestro padre fue un visionario, uno de los que inició el movimiento verde en la República Dominicana. Ese legado de ser pionero en algo tan importante que hemos apostado a continuar su labor”.

Nina Jorge

Nina Jorge a su padre Marco
Un hombre líder, uno que sabia guiar con su corazón, uno cuyas palabras siempre fueron coherentes con sus acciones. Un hombre de carácter y peso que nunca comprometió su integridad. Un hombre con creencias profundas, firmes e infinitas. Un hombre sabio que se atrevió a amar, a ser vulnerable, como el beso de la brisa suave y segura. Un hombre de muchas dimensiones que se desafiaba a sí mismo a estar en constante evolución. Un hombre que encontró la manera de envolver todas estas cualidades con un sentido del humor bastante particular, me atrevo a decir muy singular. Un hombre que puedo decir que entendió lo que era vivir. Es el hombre que me va guiando desde todas las dimensiones. ¡Ese hombre a quien puedo llamar “papá” eternamente!

Sarah Jorge

Sarah Jorge a su padre Marco
Los espacios que se vuelven hogar y templo en el corazón son precisamente aquellos donde el silencio acuna nuestra esencia y el ser, el estar, sucede sin esfuerzo. Cuando pienso en mi papá, es en ese lugar de recogimiento profundo y auténtico, donde más presente lo encuentro; es en el Templo Sagrado del Ser que aparece reluciente e infinita, la esencia de quién es, y fue, mi padre. Tal vez sea paradójico que no puedo hablar de mi padre en el pasado, cuando a él nunca le interesó la permanencia; cuando el trayecto de sus pasos buscó siempre reconocer la verdad y
actuar en base a ella con convicción y valentía, rechazando el tener que ser “recordado”, sino más bien enfocado en edificar, dentro de sus posibilidades, una vida digna y que aportase responsablemente a la sociedad en que vivía.

Sin embargo, precisamente en ese anonimato, sembró su presencia eterna en mi alma, en la de mi madre, la de mis hermanos y, ahora, en la de Augusto, mi hijo. En ese no buscar reconocimiento, nos mostró, en ejemplo, el valor de la vida, lo frágil y efímera que es. La importancia de distinguir cómo elegimos ocupar nuestro tiempo, de las acciones honestas, de la familia, de la lealtad, del estar junto a la naturaleza, amarla y respetarla. Nos mostró que el saber vivir es un arte y que perfeccionarlo conlleva disciplina, rigor, entrega, agradecimiento y, sobre todo, presencia, siendo la culminación de ese aprendizaje, la lección más importantes de todas: el realizar la verdad de lo que significa, la libertad y el amor. Por eso, no puedo hablar de mi
padre en el pasado.

Por eso, todavía en las mañanas, me bebo un cafecito mientras le hablo. Por eso no hay atardecer que no lleve su nombre, no hay árbol en el que no reconozca su sabiduría, no hay oleaje que no cante sus canciones, y no hay bossa nova que no sea motivo para celebrarle, celebrar su vida y el hombre que es. Todos los días, doy las gracias por haberte disfrutado en este plano, papá, y poder seguir aprendiendo de ti desde la inmensidad del cielo que ahora te acoge.

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Gabriela Hungria
Gabriela Hungria
Comunicadora Social. Creativa y apasionada por las artes y el entretenimiento. Me gusta entrevistar y conocer personas. Amante de la gastronomía y escribir sobre el tema.
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