Una vida para contar. Él nos hizo sentir cómo era vivir en aquel lugar cenagoso y fuera del tiempo, haciéndonos parte de la historia generacional de la familia Buendía. Solo Gabriel García Márquez poseía el ingenio para hacernos parte de su especial Macondo y llevarnos junto a él en aquel viaje mágico que tituló Cien años de Soledad.
Reconocido como uno de los narradores más importantes del siglo XX, el Premio Nobel de Literatura no solo se ganó el aplauso internacional por su obra en 1982, sino que también creó un estilo literario que hoy conocemos como realismo mágico.
Su pasión por las historias y esa cualidad de hacer de lo extraordinario algo natural, y que pudo convertir en uno de los sellos distintivos de su obra, nació de la influencia y del amor de sus abuelos, ‘Papalelo’ y Tranquilina.
Tras las sangrientas revueltas que estallaron en Bogotá por el asesinato del candidato a la presidencia y líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948, Gabriel se trasladó a Cartagena de Indias, donde descubrió una de sus pasiones, el periodismo, y lugar en el que trabajó para diversos medios como El Universo o El Heraldo. Pero fueron sus precisas descripciones donde fusionaba con un arte inigualable la fantasía con la realidad, y es lo que lo catapultó como un escritor consagrado.
‘‘Hacer siempre lo que a uno le gusta, y sólo eso, es la fórmula magistral para una vida larga y feliz’’.
Tan especial era nuestro Gabo que tenía la convicción de que las mujeres sostienen el mundo y es que esa conexión tan especial con el sexo femenino la aprendió de las mujeres que lo criaron en su hogar. Esa tribu de tías fue fundamental en la formación mágica de Gabo, así como sus hermanas, cuatro de once hijos que en total tuvieron Luisa Santiaga Márquez y Gabriel Eligio García.
Pero si hay un nombre que prima en la vida del Gabo, es el de Mercedes Barcha, ese amor de juventud del cual quedó prendado y que con determinación, la convirtió en su esposa, musa y guardiana.
De hecho sus personajes femeninos son quizás más protagónicos que los masculinos. Rebozantes de carácter, personalidad y sensualidad, siempre dueñas de su realidad. Así son Cándida Eréndida, Pilar Ternera, Fermina Daza y la Mamá Grande.
Su salud fue deteriorándose lentamente, hasta que su vida se apagó en abril del 2014. Su legado queda inscrito en la literatura universal, sus obras constituyen un ejemplo ineludible para las futuras generaciones de autores y una lectura recomendada para quienes inician este viaje de amor eterno y satisfactorio con la literatura.
