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La Familia Resiliente

En estos momentos que vivimos, con más de un año sufriendo las consecuencias de la pandemia del covid-19, se suele mencionar mucho la palabra resiliencia. Realmente, ¿se comprende a cabalidad qué significa esta palabra?

Por Rosa Mariana Brea franco foto Andy Ryan

Trataremos de explicar brevemente qué se entiende por ser resilientes. Hoy sabemos que la resiliencia no es una característica con la que nacemos, es más bien una habilidad que puede ser aprendida y mejorada cada día.

De una manera u otra, todos hemos sido afectados por la pandemia del covid-19. Podemos mencionar algunos aspectos tal vez más relevantes que han incidido en las familias, incluyendo a los niños, adolescentes y adultos en general.

Por ejemplo, el manejo de la incertidumbre, (¿Cuándo volverá la “normalidad”?), adaptación imprevista al aprendizaje virtual y al teletrabajo, a cambios de rutinas, al aislamiento, a los cambios climáticos e inseguridad financiera, además de vivir tantas pérdidas tangibles (pérdidas de seres queridos, mudanzas, cambios de trabajo) y pérdidas intangibles como: la pérdida de la libertad, de la seguridad, de la autoestima entre muchas otras.

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¿Qué significa ser resilientes explicado en este contexto?
•Es la capacidad de adaptarse a los cambios
•Enfrentar los retos adecuadamente
•Encontrar respuestas adaptativas frente a las adversidades

Cabe preguntarse: ¿Cómo podríamos ser más resilientes? y cómo podemos, como padres, educadores y mentores, ayudar a los más jóvenes a desarrollar cada día esta habilidad tan necesaria ante un mundo tan cambiante y difícil.

Lo primero es reconocer que vivimos un momento de mucha inestabilidad y vulnerabilidad; como seres humanos, somos seres vulnerables e imperfectos. Necesitamos la conexión con los demás, y como adultos, para enseñar a los niños y adolescentes a ser resilientes, tenemos que aprender a desarrollarla nosotros.

Un primer paso sería identificar qué nos hace sentir estresados o fuera de control, cuáles son las manifestaciones físicas que sentimos en nuestro cuerpo, que sentimientos se disparan (miedo, tristeza, ira), cuáles pensamientos nos asaltan y cómo actuamos. Si no estamos conscientes de estos puntos, no podremos enseñar a nuestros hijos a ser resilientes y, en consecuencia, no se logrará la resiliencia en la familia.

Si no aprendemos a usar nuestro salvavidas, será imposible enseñárselo a nuestros hijos. Es necesario desarrollar mayor autoconciencia, autorregulación e interconexión con los demás.

Para lograr estas habilidades, debemos aprender estrategias para enfrentar los problemas y dificultades que se nos presenten. Identificar las actividades que nos relajan y producen cambios positivos en nuestro comportamiento.

Familia Resiliente

Hoy sabemos que entrar en contacto con la naturaleza ayuda grandemente a enfrentar las cargas de estrés en el cuerpo, hacer actividades físicas, actividades recreativas en familia como ver una película refrescante y comentarla al final, actividades lúdicas conjuntas en familia e individualmente disponer de un tiempo para un diario de sentimientos y un diario de gratitud.

La gratitud es una cualidad importante a enseñar a los más jóvenes enfrentados a un mundo donde no están acostumbrados a lidiar con tantas frustraciones y obstáculos. Por lo menos cada miembro de la familia pudiera comentar por lo menos tres cosas que pueden agradecer.

Brene Brown, en su enriquecedor “Ted Talk” sobre la vulnerabilidad, comenta que los niños vienen adaptados a luchar y sobrevivir, pero los padres y educadores les exigimos que sean perfectos y competitivos, llevándolos a sentirse inadecuados. Que diferente sería decirles: “Te aceptamos con tus imperfecciones y eres digno de amor y pertenencia”.

Hoy sabemos que el estrés acumulativo y tóxico tiene un efecto negativo en el desarrollo del cerebro del niño y a su vez el estrés acumulativo tiene consecuencias en el aprendizaje, la conducta y la salud física y mental.

¿Qué podría ayudar a las familias a desarrollar mayor resiliencia entre sus miembros?

En estos momentos de sobreinformación y saturación de las redes sociales, es importante lograr un equilibrio entre estar conectados y no sobreinformados, sabemos que esto último puede ser una fuente de gran ansiedad en los adultos que a la vez será transmitida a los hijos.

Evitar la sobreprotección o el otro extremo: la ausencia de una guía y disciplina positiva, ayudando a los más jóvenes a reflexionar y ser autocríticos.
• Es importante que los padres identifiquen las habilidades y debilidades de cada hijo, sin comparar y ridiculizar alguna conducta no aceptada.
• Celebrar los esfuerzos, el coraje y valentía que se ha mostrado, especialmente en los procesos de adaptación a esta nueva realidad que vivimos.
• Aprender de los retos de cada día, viendo cómo estos pueden enseñarnos.

• Evitar ser reactivos y, por el contrario, desarrollar la tolerancia hacia los demás.
• Desarrollar mayor flexibilidad y evitar ser rígidos queriendo mantener el control de las situaciones (un reto para muchos adultos).

Es prioritario que a cada miembro de la familia se le dedique un tiempo de calidad y cantidad; tener espacios con cada hijo y a la vez la pareja se dedique tiempo para compartir entre ellos. Por supuesto, enfatizando el autocuidado pues como hemos señalado, si no estamos bien integralmente, no podemos ofrecer una relación saludable.
En conclusión, aprendemos a ser resilientes a medida que lidiamos con las crisis; no evitemos las frustraciones a los niños y adolescentes, enseñémosles maneras de lidiar con estas. Solo de esta manera lograremos una familia resiliente.

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