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Edificio Baquero

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Fue la edificación más alta de las Antillas, lo que le haría sobresalir en un panorama urbano aún por descollar. 

Localizado en el encuentro de dos vías principales, la calle El Conde y la calle Hostos, su presencia fue tan notoria, que la esquina se llegaría a conocer popularmente como la esquina Baquero.

Baquero, así simplemente se referían a él los que dentro de sus paredes vivieron y los que llegaron a quererlo; apropiada familiaridad para un edificio que fue mucho más que una vivienda o local comercial. Para sus residentes, el Edificio Baquero fue un hogar que les supliría de recuerdos por toda una vida, y, para la ciudad de Santo Domingo, un integrante que transformaría su fisionomía. Marcó un decidido paso en la arquitectura caribeña hacia la modernidad, al mismo tiempo que reflejó el impulso del progreso económico en nuestro país en el primer cuarto del siglo XX.

El Edificio Baquero fue diseñado por el ingeniero Benigno Trueba, nacido en un Puerto Rico aún bajo dominio español, y su construcción concluyó en el 1928. El bajorrelieve en la base de su imponente coronamiento nos recuerda el nombre de la edificación. Fue una de las principales obras arquitectónicas del ingeniero Trueba, y una de los cuatro edificios emblemáticos que diseñó en la calle El Conde.

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El Edificio Baquero fue el gran sueño de los hermanos Baquero Alonso, quienes se embarcaron desde Galicia y se enraizaron en nuestro suelo. Provenientes de una familia numerosa oriunda de San Juan de Tabagón, primero llegó Luis en el 1902 , y al poco tiempo, Manuel o Manolo. Sus hermanos Vicente, José María y finalmente Celestino también se trasladarían al país para participar en esta empresa familiar. Casa Baquero Hermanos abrió en el 1911 en la esquina de El Conde con la Isabel La Católica, y se trasladaría una vez terminado el nuevo de edificio. El arquitecto Manolito Baquero Ricart, hijo mayor de Manuel y Margarita Ricart, describiría la hazaña de los hermanos Baquero y otras familias españolas radicadas en la calle El Conde: “Aquellos inmigrantes que en la década del 20 que se lanzaron a la entonces quijotesca empresa de hacer ese Conde urbano y citadino… Ellos tuvieron fe en el futuro de una ciudad y país ajenos”. 

con casi 100 años, El paso del tiempo lo habrá deteriorado, pero el Edificio Baquero se mantiene erguido, alto, majestuoso, símbolo de una época pasada, cómplice del sueño de unos hermanos.

Localizado en el encuentro de dos vías principales, la calle El Conde y la calle Hostos, su presencia fue tan notoria, que la esquina se llegaría a conocer popularmente como la esquina Baquero. Una torre esquinera que apunta hacia el noroeste une sus dos fachadas principales. El edificio cuenta con siete pisos, Casa Baquero Hermanos ocupando el sótano, el nivel de calle y la mezzanine. Las grandes vidrieras y parte del letrero con fondo azul permanecen como vestigios de este uso original. En la tercera y cuarta plantas estaban los apartamentos, residencias para los hermanos Baquero y sus familias, y para otras familias que llegarían a conformar una íntima comunidad. El quinto y sexto nivel alojarían oficinas arrendadas a particulares. Es decir entonces, que el Baquero se concibió desde el principio como un edificio de uso mixto, idea aún considerada innovadora en nuestra época. Fue la edificación más alta de las Antillas, hecho que, junto a su novedosa construcción en hormigón armado, necesariamente lo haría sobresalir en un panorama urbano aún por descollar. Y qué decir de otras tecnologías de las que fue pionero, resaltando el primer ascensor del país, motivo de orgullo para sus fundadores y residentes, y de admiración y asombro para los visitantes.

El concepto de los hermanos para la casa comercial en sí fue al igual vanguardista. No se dedicaba únicamente a la venta de materiales de construcción, sino también a una multitud de efectos para el hogar a modo de las tiendas por departamentos de hoy en día. En un departamento, cual cueva de Aladino, se lucían las alfombras. La fina cristalería y vajillas se encontraban en otra sección. Al llegar la Navidad, los escaparates resplandecían con los últimos juguetes importados para la ocasión. Bajo el plafón, un práctico y modernísimo sistema de cobros recorría toda la tienda. Los dependientes enviaban las facturas y pagos desde su departamento por un sistema de rieles y carritos suspendidos y, de esta manera, llegaban a la caja principal. Por su lado, los apartamentos eran amplios, claros, de ventilación cruzada. Algunos contaban con dos cocinas, una tradicional a carbón, y otra más moderna con los nacientes equipos de gas. Desde sus balcones, ventanales y coronamiento, se aprovechaban vistas encumbradas e infinitas sobre la ciudad y más allá. 

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Muchas fueron las esquinas que se hicieron, y las serenatas que se escucharon desde esos famosos balcones. Muchas las carreras de niños subiendo de dos en dos los escalones de la entrada de la Hostos, y las risas de los pequeños que jugaban entre las alfombras en la ferretería. Aún se deben percibir en sus pasillos los susurros de los jóvenes que ascendían hasta la azotea para mirar el mar. 

Han transcurrido casi 100 años desde su inauguración. El paso del tiempo lo habrá deteriorado, pero el Edificio Baquero se mantiene erguido, alto, majestuoso, símbolo de una época pasada, cómplice del sueño de unos hermanos, y partícipe de tantas vidas privadas como de variopintos capítulos de nuestra historia nacional. 

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