Cada pieza artesanal transita a medio camino entre la belleza y la utilidad, de mano con la creatividad.
Fotos: Fuente externa
Considerada hermana menor del arte puro, la artesanía concentra, en su vasta tradición, siglos de conocimiento compartido, movimientos manuales que se repiten, materiales que persisten en el tiempo y muchos otros que van heredando glorias pasadas. Las piezas creadas bajo miles de técnicas son el signo tangible de la capacidad humana para conservar saberes útiles que también son bellos.
De alguna manera u otra, todos hemos disfrutado o usado objetos realizados mediante la alfarería (manipulación del barro o arcilla), la ebanistería (madera y derivados), bordado (decoración con hilo), herrería (forjado de hierro o aluminio), tejido (crochet, entre otras fibras textiles), cerámica (modelado en arcilla y quemado a altas temperaturas), vitrocerámica, bisutería (accesorios realizados en diversidad de materiales naturales), o la cestería (tejido de fibras vegetales con diversos volúmenes).
No pueden quedar fuera el trabajo con las pieles y la confección del cigarro, trabajos manuales muy tradicionales en el continente.
Si bien es cierto que cada país posee su propio conjunto de saberes artesanales, también lo es que, en el imaginario colectivo, cuando se piensa en artesanía latinoamericana, tenemos como referentes a los herederos de las grandes civilizaciones originarias: México, Perú, Colombia, Guatemala, Bolivia, Ecuador… que luego se enriquecieron con técnicas provenientes de Europa, África y Asia.
Incluso, en ese mismo imaginario, reducimos a la artesanía como elemento permanente, en fibras, telas, vasijas, accesorios, al tiempo que dejamos de lado a la gastronomía, que nos permite apreciar sus resultados con los cinco sentidos.
La artesanía hecha en América Latina no puede comprenderse en estas dos palabras como concepto homogéneo: son muchas, muchísimas, que no caben en estas páginas ni en muchos tomos editoriales. Y su riqueza es tan vasta como el espacio y el tiempo que ocupan y seguirán ocupando gracias a la tradición que se transmite de generación en generación.
Pero la artesanía puede ser el presente. Como proceso cultural, la aparición de nuevos materiales y condiciones sociales producen nuevas técnicas acordes con estas novedades. Así vemos en la actualidad piezas artesanales en acrílico, plástico y metales reutilizados luego de su origen industrial.
Artesanía: saberes y patrimonio
Según la Unesco, «Los productos artesanales son los producidos por artesanos, ya sea totalmente a mano o con ayuda de herramientas manuales o incluso de medios mecánicos, siempre que la contribución manual directa del artesano siga siendo el componente más importante del producto acabado. […] La naturaleza especial de los productos artesanales se basa en sus características distintivas, que pueden ser utilitarias, estéticas, artísticas, creativas, vinculadas a la cultura, decorativas, funcionales, tradicionales, simbólicas y significativas religiosa y socialmente».
En su Convención del 2003, esta entidad mundial recomendó la preservación de las técnicas artesanales tradicionales, en coherencia con su descripción de producto artesanal. Por tanto, se comprende que muchas técnicas artesanales formen parte de la Lista Representativa de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
De nuestras latitudes latinoamericanas, están en la lista: Procedimientos y técnicas artesanales de obtención de fibras vegetales para talcos, pintas y crinejas del sombrero pintao, Panamá; Conocimientos y técnicas tradicionales vinculadas al cultivo y procesamiento de la curagua, Venezuela; Tejido tradicional del sombrero ecuatoriano de paja toquilla, Ecuador; y El arte textil de Taquile, Perú.
La artesanía concentra en su vasta tradición siglos de conocimiento compartido, movimientos manuales que se repiten, materiales que persisten en el tiempo y muchos otros que van heredando glorias pasadas.
