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Mary de Guzmán & Ana María Guzmán

CÓMPLICES

Madre e hija nos comparten elegancia, tradiciones y exquisitez desde su casa en Santiago

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fotos Misael Ramírez y Mayra de Ramírez estilismo Giovanna Vásquez Podestá
maquillaje Juan Pablo Taveras peinado Max Paulino agradecimientos Max Mara, Purificación García y Oscar de la Renta

“En casa seguimos muchas tradiciones norteamericanas, pero, al mismo tiempo,
rendimos un homenaje a Santiago a diario”.

Una ciudad acunada por los principios, valores y más hidalgas tradiciones y la elegancia innata de sus grandes familias. La ciudad de los 30 caballeros, mi Santiago, es el espacio donde se desarrolla este emotivo encuentro. En casa de la familia Guzmán Valverde, junto al señor Pedro José Guzmán Valverde, la señora Mary de Guzmán, o como ella prefiere: doña Mary, su hija, Ana María Guzmán y su nieto, José Ramón Vega Guzmán. Una vez se abren las puertas, cada pared, cada sala te invita a una andanza fantástica de diálogos pasados que construyen su presente, como individuos y como familia. No existe una pieza, un ornamento que carezca de historia. Al contrario, conversar allí, en contacto con todos ellos, nos permitió conectar con su esencia, revivir anécdotas, visitar distintos puntos del mundo y vestirnos de todos ellos. No fue hasta entonces cuando iniciamos esta entrevista, entre madre e hija.

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RS: Las grandes historias comienzan en casa. ¿Cuáles son los recuerdos que atesoran de sus años de infancia en Santiago y qué significó para su familia y persona crecer en una ciudad que guarda y celebra los valores y las tradiciones?
Ana María: No hay una mejor palabra que describa mi infancia que felicidad. Ni mejor lugar para haberla vivido que Santiago. Siempre fuimos muy unidos; mis tíos y primos iban todos los domingos a casa a almorzar, o viceversa; eran unas imágenes muy lindas que nos daban ejemplo de respeto, tolerancia y compromiso. Mi mamá siempre fue la pieza clave que orquestaba todas las reuniones familiares, estaba llena de detalles, de empatía con los demás. Por todo nos reuníamos (risas) y eso sigue igual hasta ahora, y creo que es la clave del amor en mi familia, y de que aún ya, con cinco niños en la casa, se sigan guardando nuestras tradiciones.

RS:  ¿Qué otros países y culturas influyen en quienes son ustedes hoy?
Doña Mary: Mira, es un poco complicado porque aunque mi esposo e hijos son dominicanos, y eso lo atesoramos como un gran regalo que Dios nos dio, yo nací y me crié en los Estados Unidos. Y no te niego que en casa llevamos muchas tradiciones norteamericanas, el Día de Acción de Gracias, por ejemplo, es una fecha que espero todos los años, y que realmente es parte de nosotros como la celebración de cualquier cumpleaños. Al mismo tiempo, somos muy europeos, nos encanta la gastronomía italiana, la cultura francesa, el gusto inglés y las flores holandesas… Si sigo, no terminaríamos nunca.

RS:  Las buenas formas, regirse por las normas de etiqueta y protocolo, ser un buen anfitrión, es intrínseco de ustedes como familia. ¿Dónde lo aprende doña Mary? Y, en el mismo sentido, ¿predominaron la reglas francesas o las americanas?

Doña Mary: Lo aprendí en casa. Mis padres eran de la escuela que decía que no solo debías ser educado, sino que tenías que parecer educado. Haber crecido en ese ambiente de valor a la etiqueta y protocolo, leer libros de grandes autoras como Martha Stewart y Emily Post, mi favorita… viajar, ver otras culturas, participar de eventos y organizarlos, cenas con amigos, almuerzos familiares, me hizo día a día comenzar a amar la llave maestra de la vida: la inteligencia emocional, cuyos más grandes reflejos son la etiqueta, que a su vez se inspira en la justicia; nuestros derechos terminan donde empiezan los ajenos; y el protocolo, que como bien dijo Chesterfield, adorna el conocimiento y le abre paso a través de las puertas del mundo. En mí predominan todas las reglas que hagan del ambiente uno más alegre y confortable a los demás. No soy de casarme con una filosofía, tanto la francesa como la americana, ambas tienen sus cómos y porqués, lo mejor es que ambas, junto con las demás existentes, son una barrera contra el maltrato y la mala educación.

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RS:  ¿Qué implica pertenecer a la familia Guzmán, sobre todo los domingos cuando ocurren las reuniones en casa. ¿Alguna anécdota divertida o celebración que sea especial/característica de ustedes?

Ana María: Pertenecer a la familia Guzmán implica que nunca estás aburrido, y más ahora con los niños que siempre están contando cuentos, haciendo bromas, inventando juegos. Ya algunos son grandes, pero no dejan de sorprendernos sus ocurrencias. Mi mamá no dejaba que yo me ensuciara… y mi hermano me decía: “Si tú quieres que yo juegue contigo, tú primero tienes que jugar aviones en el patio conmigo” y yo llegaba a la casa enlodada y mami se ponía histérica. Otro episodio que me acuerdo es que en esos tiempos había un secuestrador en Santiago que se llamaba “Mano Blanca” y Pedro y Sebastián me metían miedo de que me iban a robar, y mami peleaba con ellos por eso… hasta me escondían adentro del canasto de la ropa sucia por la noche para que “Mano Blanca” no me encontrara.

RS: ¿Cómo describiría doña Mary a cada uno de sus hijos, cuando niños y ahora de adultos? ¿Qué se mantiene y qué cambia?

Doña Mary: Pedro es el equilibrio entre la sumisión de su hermano y la rebeldía de la única niña. Es la chispa de la casa, autor intelectual de todas las bromas, y bueno, mi Pedro fue un niño bueno, porque ahora es un hombre excepcional. Admiro mucho la fuerza con la que afronta las cosas, es el más resistente a las pruebas. Es quien me dio la dicha de ser mamá, el papel que más disfruto de mi vida y quien también me hizo abuela.

Sebastián, no creo que haya mucha diferencia entre el niño que fue y el hombre que es, la verdad es que sigue con la misma nobleza y corazón de oro de sus primeros años. Siempre dispuesto a ayudar, sin hacer esperar a cualquier petición; bueno como el pan, creativo e ingenioso.

“Más que punto de convergencia o divergencia, entre mami y yo existe lo que prefiero llamar punto de equilibrio y ahí precisamente está la esencia, que en este caso sería la razón de la vida”.

Y me toca hablar de la luz de mis ojos, Ana María, mi única niña y a la que desee tanto. Mi mejor amiga. Ana, quizá por ser la más pequeña fue muy consentida y mimada, por eso, en su infancia y juventud era un poco caprichosa y rebelde, pero una rebeldía justa. A veces la miraba y me reía, tenía cosas muy similares a mí. Sin embargo, con qué supermujer me he encontrado, una triunfadora, que deja luz donde quiera que va. Es mi mejor reflejo. La princesa de sus hermanos, la reina de su hijo y nuestro orgullo como padres.

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RS: ¿Cómo veían los ojos de infancia de Ana María a doña Mary y cómo lo hacen ahora de adulto, como mujer, como profesional y cómo madre?
Ana María: Mi mamá era todóloga, nunca he dejado de admirar la virtud que tiene de estar atenta a todos y de compaginar su vida laboral y profesional con la familiar, su entrega como madre, esposa, anfitriona, ama de casa. Se ha desvivido siempre por su familia y ha sabido ser más que una abuela para sus nietos.

RS: Doña Mary, ¿qué encuentra de usted en Ana María y qué de su esposo? ¿Se ha transferido esto también a su nieto José?
Doña Mary: De su papá, Ana heredó el compromiso, la integridad, la disposición a ayudar y la empatía; de mí, los detalles, el buen gusto y la entrega al hacer las cosas. Creo que sí, todo esto también se ha transferido a mi nieto. Solo que él es una copia mejorada de nosotros tres y de su papá, por supuesto. José es un alma pura, la mejor definición de un caballero. Le hace prolijo honor a su nombre.

RS: Por naturaleza, las niñas tienden a desarrollar lazos muy estrechos con sus padres, sin embargo, la relación que guardan ustedes es una muy sólida, muy especial. ¿Cuándo y cómo comenzó a construirse? ¿Ha sido siempre así? ¿Cuál es el punto de convergencia y dónde difieren?
Ana MArÍa: Nuestra relación, tuvo su punto de partida cuando yo terminé la universidad, fue ahí donde pude ver mejor los consejos que me daba mi mamá y no tomarlos como un sermón, sino considerarlo como lo que me había forjado y formado. Por supuesto, no siempre fue así, uno de joven es inexperto y bastante porfiado. Pero al crecer y madurar, las cosas cambian y las relaciones se van haciendo más estrechas. Mi mamá toma las cosas muy a pecho, y yo a veces muy a la ligera. Soy de dejar que las cosas fluyan; mami quiere tener cada punto cubierto. Más que punto de convergencia o divergencia, prefiero llamarle punto de equilibrio y ahí precisamente está la esencia, que en este caso sería la razón de la vida.

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“Una bandejita de plata con mis iniciales, que me obsequiaron de regalo de boda recién llegada a la República Dominicana, es una de las piezas de mi colección de vajillas y bandejas que mejor atesoro”.

RS: La señora Ana Mercedes Valverde viuda Leroux, tía abuela de Ana María, fundó Acción Callejera, en 1989. ¿Siente que de algún modo esto sembró en usted, Ana María, el sueño de algún día también unirse a la filantropía con la creación de su fundación?
Ana MArÍA: Sí, esto ayudó. Pero lo que más me tocó en este punto es que cuando mi tía murió y la llevaban en el féretro, yo solo veía que detrás, los niños de la fundación la acompañaban haciéndole honor. Recuerdo solo pensar al ver esa imagen que quería morir como ella. Fue fuerte y osada, valiente. Incluso cuando necesitaba fondos, se atrevía a pedirle directamente a Balaguer. La admiré mucho.

RS: Médico, arquitecta y mujer de negocios eran las etiquetas profesionales con las que se soñaba Ana María de adulto, y dos de ellas se hicieron realidad. ¿Cuáles eran las tendencias profesionales que corrían en la familia en el momento que pudieron ser punto de partida para usted y cómo fue el respaldo de sus padres, en especial de doña Mary, en todo el proceso?
Ana MArÍA: Mi abuelo era médico, mi papá es médico, mis hermanos, que me llevan seis y cinco años también estudiaron Medicina. Entonces, se me ocurrió ir los veranos a ayudar a mi papá, quien decía que yo no daba para eso porque yo me le desmayaba. Cuando yo salgo del colegio me hicieron un test y salió Arquitectura, y todas las ingenierías, administración, negocios, etc. El tema es que elegí Arquitectura. El primer año lindísimo, me gustaba dibujar, pintar, fotografía… me iba bien, pero yo decía que eso, al final, no era lo mío. Un año antes de terminar, decidí montar una tienda.
A pesar de todo lo que te he contado, mis padres no me exigieron que debía estudiar esto o aquello. Yo misma tomé mis decisiones. Ellos estuvieron siempre; no era lo que decían o lo que hacían, era que siempre estaban. Y ahí radica el verdadero apoyo.

RS: Doña Mary nos cuenta que gran parte de los espacios de su casa, en Santiago, han sido remodelados por usted, Ana María. ¿Cómo fue este proceso creativo y qué significó rediseñar “el nido” junto a ella?
Ana MARÍA: Contribuir con mi mamá a remodelar la casa donde me crie y viví gran parte de mi vida fue el comienzo de mi experiencia como profesional y de ahí surgió mi deseo de tener una tienda de decoración.

RS: El arte de poner la mesa es una pasión evidente. ¿En qué se inspiran, cuándo dirían que una mesa está correctamente puesta y cuál considerarían es el sello distintivo de cada una de ustedes?
Ana María: Para nosotras, la nota clave y de terminación perfecta en una mesa son las flores naturales. Simplemente no pueden faltar. Nuestra inspiración son siempre nuestros propios gustos, y el entender e interpretar las necesidades de nuestros apreciados clientes. Pero siempre es importante destacar las flores, son nuestro sello personal. Realzan la mesa y dan ese toque tropical que nos identifica como familia.

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RS: De su colección de bandejas y vajilla, ¿cuál es la que cuenta la historia que más le emociona?
Doña Mary: La vajilla de Navidad de Spode, Christmas Rose de porcelana inglesa de Bone China, donde hemos compartido muchos años en familia desde antes del nacimiento de mis nietos. Y, además, una bandejita de plata con mis iniciales, que me obsequiaron de regalo de boda recién llegada a la República Dominicana.

RS: Una vez Ana María se gradúa de arquitectura, con acentuado interés en el interiorismo, diseña su plano laboral enfocado en el mundo de las vajillas, la mantelería, la selección de piezas para el hogar, iniciando un proyecto donde emprende con su madre, doña Mary, como socia. ¿Cómo funcionan las jerarquías en el plano laboral? ¿Qué tomaron en cuenta a la hora de asignar sus respectivos roles y cómo han evolucionado estos con los años y con la integración de nuevas firmas a la empresa familiar?
Ana María: Desde el principio, siempre hemos tomado las decisiones en conjunto. La verdad es que eso de jerarquías entre las dos no funciona. Cada una tiene su rol en el proyecto y tratamos de hablar cuando no nos ponemos de acuerdo. La comunicación en este tipo de negocios es vital.

“Ana María es la luz de mis ojos, mi única Niña. Mi mejor amiga. de pequeña, A veces la miraba y me reía, tenía cosas muy similares a mí. Sin embargo, con qué supermujer me he encontrado, es una triunfadora. nuestro orgullo como padres”.

RS: ¿Quién tiene la última palabra y cuales son los aportes que trae cada una a la mesa de trabajo?

Ana María: Me parece que no hay últimas palabras; obvio, cada una trata de convencer a la otra con sus puntos de vista, pero la verdad es que en este tipo de oficio debe imperar el sentido común, la practicidad y, sobre todo, el buen gusto, aunado, por supuesto, a la satisfacción del cliente. Nosotras hacemos un buen equipo y ha sido por años la paciencia y la comprensión lo que ha llevado nuestro proyecto al éxito. Es importante decir que las opiniones de terceras personas son muy importantes, sobre todo porque vivimos en un mundo lleno de miles de opciones para escoger.

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RS: Tendencias, colores, texturas, marcas… ¿Qué y quién las determina?
Ana MARÍA: Las tendencias y marcas son lo mío (risas). Los colores y texturas son de mami. Es algo que no se ha determinado formalmente, pero que la experiencia ha dictado así y nosotras felices de hacer lo que nos gusta.

RS: ¿Cuál ha sido el mayor obstáculo a vencer, la más grande enseñanza que les ha dejado el trabajar juntas?
Ana María: El mayor obstáculo, aunque no lo parezca, es que somos madre e hija. Y la verdad es cuesta arriba uno compaginar algo tan sublime como es la familiaridad con un negocio. Por eso, la más grande enseñanza que nos ha dejado el trabajar juntas es la paciencia y la comprensión la una con la otra. Nos hemos dado cuenta que el amor cubre infinidad de faltas y que cuando todo pasa, el amor es lo único que queda.

RS: El amor por los animales, en especial por lo caninos, es algo que corre en la familia. ¿Qué representan Ruffo y los demás miembros caninos para la familia Guzmán?
Ana MArÍA: Me diste por mi punto débil. Ruffo es mi perro amado, la verdad es que solo saber me sigue a todas partes, sin esperar nada, me llena de mucha alegría. Los perros en nuestra familia han representado, desde siempre, una compañía silenciosa, y de cariño incondicional que nosotros valoramos mucho.

RS: Ana María, me comentaba que existen habilidades, como por ejemplo las que se desarrollan en la cocina, en las que su mamá es una experta y usted es la mejor de las espectadoras. ¿Existe alguna afición o campo donde se inviertan los papeles?
Ana María: Bueno, no es que sea una experta, pero en la misma cocina, mami no es de hacer muchos postres y yo sí, me encanta preparar los postres de las recetas de mi abuela, ahora no los hago mucho pero antes los hice muchas veces.

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RS: Doña Mary, ¿es mejor ser madre o ser abuela?
Doña Mary: Mis hijos me van a matar. Pero ser abuela es algo que a mi edad disfruto muchísimo más. Es un amor sin condiciones, de mimos, de abrazos, un amor puro. Es la continuación de mi maternidad, y es ver a mis hijos llevando el papel que un día llevé con ellos. La verdad es que como abuela ya me siento realizada.

RS: Ana María, una vez se convirtió en madre, ¿encontró respuesta a los tantos “no entiendo por qué mami es así” que repetimos cuando somos niños?
Ana María: (Risas) Si supieras que sí. Las madres no se convierten en madres desde que nacen los hijos, sino que poco a poco con lo que una vio de pequeña es que se puede empezar a construir ese camino. Así que realmente encontré respuesta y espero que mi hijo más adelante comprenda esto también.

RS: ¿Qué es lo más bello de ser la mamá de José Ramón?
Ana María: José es el amor de mi vida. Lo más bello de ser su mamá es el sacrificio incondicional, que no espera nada. Ha sido bastante gratificante verlo crecer, cultivarse moralmente, prepararse académicamente y ser exitoso. Solo saber que detrás de él estuve yo y que lo estaré siempre es la mejor recompensa. José es la continuación de mis anhelos y de mis sueños. Su felicidad es la mía.

RS: José Vega Guzmán ha heredado de ustedes el interés por los negocios, ¿es allí donde está el futuro de lo que han construido?
Ana María: Yo espero que sí, ojalá Dios lo quiera así. Pero él sabe que es libre de elegir lo que él quiera, y decidir por sí solo su futuro. Yo detrás estaré siempre.

“Para nosotras, las flores naturales son la terminación perfecta de una mesa. dan ese toque tropical que nos identifica como familia.”

CONFESIONES ÍNTIMAS

Me dicen… Doña Mary Dios es: amor.
La cocina es… mi pasatiempo preferido.
La familia significa… Unidad Una canción… O mio babbino caro, Puccini Un color… Azul
Una estación del año… Primavera Un país… Holanda, por sus tulipanes. Un secreto… Si te lo digo dejaría de ser secreto. La maternidad es… mi mejor proyecto. El mayor legado de los Guzmán… la familia nunca te abandona, ni te olvida. Lo más valioso que ha aprendido de Ana María… los hijos son un regalo de Dios para dar mayor gloria a Él, no para satisfacción nuestra.
El mundo de la mantelería es: mi pasión.
La meta más grande por alcanzar… Ver a mi nietos realizados profesional y personalmente.
El sueño cumplido… Ver mis hijos formando familias. Sus nietos son… mi mejor reflejo.

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Natalia Nachon
Natalia Nachon
Coordinadora Editorial de Ritmo Social, Editora de Ritmo Platinum y Columnista de moda y lujo en #PSITSFANCY.
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